Hace mucho tiempo no me sentía mal por no hacer algo en el momento que debí (Y por partida triple). A veces uno se deja llevar por el día a día y posterga algunas cosas pensando que “más tarde” es el momento adecuado, pero la vida es tan sabia que te de clases intensivas para que nunca más te olvides de que no es así. Y normalmente la lección duele… y mucho.
A fines de diciembre del 2015 Recibí un correo de una persona que no conozco, esos que me llegan de vez en cuando pidiendo consejo, ayuda y aliento en un momento durísimo, normalmente relacionado al cáncer o a la discapacidad. La persona que me escribió me dijo que su mejor amiga tenía cáncer en fase terminal y no sabía qué hacer. Ese tipo de respuestas me demandan mucha concentración y tranquilidad emocional pues hay que ser muy cauto y certero con lo que se dice. Ergo, lo dejé “para después”.
Hallé ese momento según yo adecuado una semana después y me sentí bien de responderle. Un par de días después se me borró la satisfacción cuando esta persona me respondió agradeciéndome pero que su amiga había fallecido. Me sentí mal; extendí mis condolencias y traté de dar algunas palabras de aliento a esta persona que sin duda fueron bien recibidas aunque hubieran sido más útiles antes de.
Dejé atrás esta situación y literalmente la mandé a archivo. Debí tomar nota de lo ocurrido pues en esos precisos momentos estaba al tanto que una persona que conocí en el INEN tenía un cáncer muy avanzado y lo mandaron a casa, y quería verme. Desde que empezó el año estuve coordinando con su hija para ir a visitarlo pero entre una y otra cosa, no coincidimos.
En otro de esos intentos fallidos por preguntarle cuando tenía tiempo me dio la noticia que su papá había falleció. Esta vez era una persona que conocía, que le tenía estima y que además, quería verme. Me sentí mal por haber dejado pasar el tiempo sin hacer un campo entre mis muchas actividades porque creo que merecía darme ese tiempo.
Me avisaron tarde para ir al velorio pero tampoco fui al entierro, no tanto porque tenía unas reuniones importantes sino más por vergüenza y pena de no haberme despedido oportunamente, como creo debí hacerlo. A modo de consuelo me mantuve en contacto diario con su hija reiterándole mis condolencias para la familia y mi apoyo moral.
Pero la vida continúa y no quise llevar mis pensamientos más allá… pero me equivoqué de nuevo al no hacerlo porque volvió a pasar.
También empezando el año me enteré que una persona con la que trabajé hace años estaba internada en el hospital y que empeoraba, sin dar con una solución a su problema de salud. Prometí ir a visitarla pues esta personas siempre fue muy cariñosa y amable conmigo, con una sonrisa de esas que pocas personas saben mantener a pesar del tiempo y las dificultades.
El mismo 10 de febrero que regresé a Lima, luego de mis vacaciones en familia, me puse en contacto con otra amiga para averiguar día y hora de visita e ir a verla juntos.
El 11 me escribió para contarme que había fallecido. No podía creerlo, no entendí que pasó; sabía que no estaba bien y que no mejoraba pero nunca me enteré (o mejor dicho, averigüé) que ya estaba por dejar este mundo. Me golpeó y duro pues esta vez estaba decidido a ir cuanto antes pero la muerte caprichosa no me permitió reivindicar mis heridas, las cuales se fueron haciendo más grandes por mi falta de convicción.
Y vaya que es caprichosa porque ese mismo día era la misa de mes del señor del INEN. No me quedó otra que dejar todo de lado e ir primero al velorio donde me enteré que esta persona había fallecido de una leucemia rara y que los doctores nunca dieron con lo que tenía sino hasta que fue muy tarde. Me acerqué para despedirme con lágrimas de culpa y pena por no haber si quiera podido decirle hola, antes de decirle adiós.
Con esa pena acumulada me fui a la misa, saludé a la hija, a la esposa y al papá de 93 años; que sin duda era el que en silencio sufría más por la pérdida de un gran hijo, el único que lo cuidaba y soporte de la familia. Luego yo sentí ese dolor cuando su hija me dijo que esos últimos días había estado deprimido y que a la única persona que había pedido ver fue a mí, a pensar que solo nos vimos esa semana que estuve internado en el INEN.
A pesar de todo eso no fue hasta este domingo pasado que me hicieron entrar en razón. Quizás inconscientemente decidí no pensar en todo lo que había pasado pero ya no podía aplazarlo más y me dejé abatir por el dolor y por mi falta de acción oportuna en estos tres casos; carga que me va a acompañar un tiempo.
No solo lo cuento para “expiar mis culpas” públicamente sino para que les quede alguna moraleja de mi experiencia y estén al lado de esa persona que está por irse a otro mundo mejor. ¿Pero por qué esperar a ese momento? Por qué no en lugar de ver lo que hacen tus amigos por redes sociales (como hacen varios conmigo) quedas con ellos en verlos para darles un beso, un abrazo, un apretón de manos si quiera, disfrutarlos en el momento presente pues quizá mañana se vuelva nunca… Y a pesar de que tengas la suerte de despedirte, te va a doler más el tiempo no vivido cuando pudo ser, que el momento del adiós cuando ya no será.
Lo siento… Que en paz descansen.
Un comercial.- Seguiré con mis actividades pero estoy en un momento de pena, reflexión y autoevaluación; así que si no me aparezco un tiempo por el blog o si no atiendo pedidos de “consejos”, ya saben el motivo.
Kikin Rispa
kikerispa2003@yahoo.es
(16 de Febrero del 2016)
A fines de diciembre del 2015 Recibí un correo de una persona que no conozco, esos que me llegan de vez en cuando pidiendo consejo, ayuda y aliento en un momento durísimo, normalmente relacionado al cáncer o a la discapacidad. La persona que me escribió me dijo que su mejor amiga tenía cáncer en fase terminal y no sabía qué hacer. Ese tipo de respuestas me demandan mucha concentración y tranquilidad emocional pues hay que ser muy cauto y certero con lo que se dice. Ergo, lo dejé “para después”.
Hallé ese momento según yo adecuado una semana después y me sentí bien de responderle. Un par de días después se me borró la satisfacción cuando esta persona me respondió agradeciéndome pero que su amiga había fallecido. Me sentí mal; extendí mis condolencias y traté de dar algunas palabras de aliento a esta persona que sin duda fueron bien recibidas aunque hubieran sido más útiles antes de.
Dejé atrás esta situación y literalmente la mandé a archivo. Debí tomar nota de lo ocurrido pues en esos precisos momentos estaba al tanto que una persona que conocí en el INEN tenía un cáncer muy avanzado y lo mandaron a casa, y quería verme. Desde que empezó el año estuve coordinando con su hija para ir a visitarlo pero entre una y otra cosa, no coincidimos.
En otro de esos intentos fallidos por preguntarle cuando tenía tiempo me dio la noticia que su papá había falleció. Esta vez era una persona que conocía, que le tenía estima y que además, quería verme. Me sentí mal por haber dejado pasar el tiempo sin hacer un campo entre mis muchas actividades porque creo que merecía darme ese tiempo.
Me avisaron tarde para ir al velorio pero tampoco fui al entierro, no tanto porque tenía unas reuniones importantes sino más por vergüenza y pena de no haberme despedido oportunamente, como creo debí hacerlo. A modo de consuelo me mantuve en contacto diario con su hija reiterándole mis condolencias para la familia y mi apoyo moral.
Pero la vida continúa y no quise llevar mis pensamientos más allá… pero me equivoqué de nuevo al no hacerlo porque volvió a pasar.
También empezando el año me enteré que una persona con la que trabajé hace años estaba internada en el hospital y que empeoraba, sin dar con una solución a su problema de salud. Prometí ir a visitarla pues esta personas siempre fue muy cariñosa y amable conmigo, con una sonrisa de esas que pocas personas saben mantener a pesar del tiempo y las dificultades.
El mismo 10 de febrero que regresé a Lima, luego de mis vacaciones en familia, me puse en contacto con otra amiga para averiguar día y hora de visita e ir a verla juntos.
El 11 me escribió para contarme que había fallecido. No podía creerlo, no entendí que pasó; sabía que no estaba bien y que no mejoraba pero nunca me enteré (o mejor dicho, averigüé) que ya estaba por dejar este mundo. Me golpeó y duro pues esta vez estaba decidido a ir cuanto antes pero la muerte caprichosa no me permitió reivindicar mis heridas, las cuales se fueron haciendo más grandes por mi falta de convicción.
Y vaya que es caprichosa porque ese mismo día era la misa de mes del señor del INEN. No me quedó otra que dejar todo de lado e ir primero al velorio donde me enteré que esta persona había fallecido de una leucemia rara y que los doctores nunca dieron con lo que tenía sino hasta que fue muy tarde. Me acerqué para despedirme con lágrimas de culpa y pena por no haber si quiera podido decirle hola, antes de decirle adiós.
Con esa pena acumulada me fui a la misa, saludé a la hija, a la esposa y al papá de 93 años; que sin duda era el que en silencio sufría más por la pérdida de un gran hijo, el único que lo cuidaba y soporte de la familia. Luego yo sentí ese dolor cuando su hija me dijo que esos últimos días había estado deprimido y que a la única persona que había pedido ver fue a mí, a pensar que solo nos vimos esa semana que estuve internado en el INEN.
A pesar de todo eso no fue hasta este domingo pasado que me hicieron entrar en razón. Quizás inconscientemente decidí no pensar en todo lo que había pasado pero ya no podía aplazarlo más y me dejé abatir por el dolor y por mi falta de acción oportuna en estos tres casos; carga que me va a acompañar un tiempo.
No solo lo cuento para “expiar mis culpas” públicamente sino para que les quede alguna moraleja de mi experiencia y estén al lado de esa persona que está por irse a otro mundo mejor. ¿Pero por qué esperar a ese momento? Por qué no en lugar de ver lo que hacen tus amigos por redes sociales (como hacen varios conmigo) quedas con ellos en verlos para darles un beso, un abrazo, un apretón de manos si quiera, disfrutarlos en el momento presente pues quizá mañana se vuelva nunca… Y a pesar de que tengas la suerte de despedirte, te va a doler más el tiempo no vivido cuando pudo ser, que el momento del adiós cuando ya no será.
Lo siento… Que en paz descansen.
Un comercial.- Seguiré con mis actividades pero estoy en un momento de pena, reflexión y autoevaluación; así que si no me aparezco un tiempo por el blog o si no atiendo pedidos de “consejos”, ya saben el motivo.
Kikin Rispa
kikerispa2003@yahoo.es
(16 de Febrero del 2016)